Benjamín Fernández Bogado.

Los salarios del sector público hace rato superaron a los proveedores de esos recursos: el empleado privado e incluso el cuentapropista.

 Por Benjamín Fernández Bogado
Además, tienen ventajas. Si trabaja en los entes descentralizados paga la mitad del uso eléctrico o de agua. Son «derechos ganados» dicen, aunque sean injustos. En un país de alta inequidad, el vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo. Así se ha concedido dinero por presentismo, por tener hijos, por título académico, por responsabilidad (sic) en el cargo, tienen un mes de vacaciones desde el primer día que son nombrados y un sinnúmero de privilegios irritantes para un Estado paraguayo altamente ineficaz y corrupto.

Este Gobierno dijo que vino para corregir esto, hoy podemos decir que el Nuevo Rumbo es historia.

Cinismo. La madre de todas las batallas se ha perdido desde el inicio, y hoy solo cuesta exponer la realidad con cinismo, como recientemente lo hizo el ministro Peña, afirmando que los tres aguinaldos continuarán, al tiempo que afirmaba que el déficit del Estado seguía subiendo, y que el próximo presupuesto prevé una colocación de bonos de 500 millones de dólares para seguir bicicleteando la deuda.

Por un lado, los privilegios no se recortan, la matriz salarial se convierte en una bomba de relojería que explotará sobre la ya deficitaria caja de jubilados, que en conjunto, en el sector público ya arrastra un déficit de 14.000 millones de dólares, y sus futuras víctimas no sienten el calor que sube al calentarse el agua en que serán cocinados próximamente, aunque estén contentos con los tres aguinaldos y el presentismo que reciben como sobresueldos.

Alguien debe poner coto a esta obscenidad.

Es injusto, inmoral y dañino para todos. O corregimos esta seria distorsión, o el costo sobre el presente y futuro del país será grande.

Los privilegios. Para los circunstanciales beneficiarios de estos privilegios puede parecer un despropósito este planteo, pero si salen a la calle verán que esos recursos injustos recibidos de nada sirven cuando la delincuencia, inseguridad, aumento de la pobreza y marginalidad los amenazan por igual, a pesar de los «derechos adquiridos» que argumentan cada vez que se les espeta la injusticia de esos beneficios.

La brecha. Así como cuestionamos la ausencia de servicio, amor, entrega de la sociedad en su conjunto, sus consecuencias negativas las vamos a sufrir los privilegiados y los no.

La brecha nos consumirá a todos por igual y de nada valdrá una matriz salarial equiparada por lo alto si seguimos teniendo un Estado incompetente que no garantiza ni educación ni salud para nadie.

Peña debe sincerarse cuando habla y decirnos cuál es el verdadero ministro de Hacienda.

El que nos dice que estamos en déficit y por eso sigue endeudando al país, o el que dice que vivimos de maravillas y que la fiesta del despilfarro debe seguir en forma de tres aguinaldos, presentismos, vacaciones, hijos y diplomas.

Total si él se queda a vivir aquí padecerá igual sus consecuencias como todos./UH.