Foto. Dr. Daniel Vera Báez

Siempre recibiremos las consecuencias  de lo elegimos, ya sea una buena elección con sus buenos frutos o una mala elección con sus malos frutos. Toda persona adulta en su sano juicio tiene el derecho,  pero así también el deber, de saber elegir a las personas más capaces e idóneas para que dirijan el camino a tomar y  llevar a nuestro país a estar mejor cada día.

A todos nos gusta comer frutos dulces, sabrosos, jugosos, con grato aroma y si es posible que tengan semillas para poder reproducir el mismo fruto en una nueva planta. Es una ley de la naturaleza que los frutos nos indican de que árbol provienen. Nadie podría en su sano juicio decir que de una parralera nacen naranjas. Entonces  ésta ley me lleva a pensar que la gran mayoría no está en su sano juicio, porque siempre creemos que un buen fruto igual puede salir de un mal árbol.

Según un relato bíblico que se encuentra en Jueces 9: 8-15: Un día los árboles desearon tener rey que los gobernara, luego de tener una reunión salieron a buscar quien podría reinar sobre ellos. Encontraron al olivo y le pidieron que fuera su rey y el olivo les dijo que no podía  dejar de dar  su aceite y sus frutos que eran tan útiles para la honra de Dios y bien de la humanidad. Entonces llevaron la misma propuesta a la higuera, quien respondió: ¿He de dejar mi dulzura y  mi buen fruto, para ir a ser grande entre los árboles?.Esta vez fueron a ver a la vid, quien les dijo: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?

Entonces ya cansados los árboles por el rechazo de los árboles útiles, decidieron ir a probar con alguien que no hacía nada.Fueron a ver a la zarza y le dijeron: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza estaba muy entusiasmada con el ofrecimiento, ya que no tenía nada que hacer, muy rápido aceptó la propuesta y así llego a reinar sin tener frutos.

Es inevitable comer el fruto de cada elección que hacemos, muy pocos tienen agradables sabores, la gran mayoría son muy ácidos o directamente ya nacieron podridos y algunos inclusive son estériles. La próxima vez que nos toque elegir debemos recordar  que,  el fruto lo elegimos nosotros. Como decía  Jesús: ‘Si alguno tiene oídos para oír, que oiga”.