Dos años de pandemia en los que este gobierno prometió trabajar arduamente por mejorar la infraestructura educativa quedaron en la nada en algunos establecimientos escolares. A pocos kilómetros de Asunción, al cruzar el puente Remanso en el distrito de Chaco’i, muestra de la desidia y la falta de compromiso son la humillante condición en la que alumnos de la Escuela San Antonio dan clases. Se ingeniaron para bordear una parte de un tinglado con madera terciada que no les alcanzó para llegar hasta el techo y apenas les cubre del sol, de vientos leves no así de la lluvia. Sin piso, en medio de un pesado arenal estudiantes del octavo y noveno grado comparten lo poco de enseñanza que puede haber en estas circunstancias.

La Escuela San Antonio del distrito de Cha­co’i es un pequeño establecimiento escolar que apenas cuenta con tres aulas muy antiguas, en pre­carias condiciones para albergar a estudiantes del preescolar al noveno grado.

Un tinglado construido hace unos años complementa la infraestructura y dentro de este los profesores junto con sus alumnos improvisaron un humilde perímetro con madera terciada para usar como aula y resguardarse básicamente del sol.

Bajo este tinglado armaron el aula de terciada, tanto el frío como el calor resultan muy ingratos para los alumnos y docentes.

La escuelita cuenta con varias grietas en sus pare­des, el techo tiene varios desperfectos, la parte eléc­trica implica un peligro por el enredo de cables, porta­fluorescentes que penden de telas de araña, etc. Toda la estructura se encuentra en riesgo.

Un espeso arenal en medio de un cerco de madera terciada sirve de aula a los alumnos del octavo y noveno grado que apenas les cubren de los rayos del sol. El modesto mobiliario se traduce en una pizarra y unos pupitres maltrechos.

“Estamos en la intempe­rie, expuestos al polvo, al humo, al viento, al frío. Necesitamos aulas sí o sí, esas maderas no son pro­tecciones, son más que nada para que (los estudiantes) no tengan muchas distrac­ciones, porque no atajan el viento. Viene el viento norte y levanta el polvo del propio suelo donde están y se vuelve insostenible”, lamentó la directora de la escuela, Celsa Gamarra.

“Cuando llueve, general­mente los padres no le sue­len luego mandar a sus hijos a la escuela”, comentó Gamarra al ser consultada de qué pasa con los niños en días de lluvia.

Se requieren de al menos tres aulas más, además de un espacio para los de primera infancia, para dar cobertura básica a la demanda escolar en la zona, pero esto está muy lejos de ser realidad, a juzgar por la serie de veces que se reite­raron los reclamos.

Una bandera flamea frente a una institución educativa en la que precisamente no quedaron secuelas de patriotismo de las autoridades.

Otra necesidad expresada por la directora es la pro­visión de almuerzo esco­lar. “Nosotros recibimos la merienda escolar, pero los niños necesitan tam­bién de almuerzos, es algo que también estamos soli­citando ya que las familias de esta zona son de escasos recursos y todo eso ayuda”, dijo Gamarra.

Así también, en plena era tecnológica y digital la Escuela San Antonio es una de las tantas instituciones educativas a las que lleva­ron equipos de wifi, pero la red de internet tan prome­tida por el Estado no llega.

Aulas con grietas y una imagen de abandono en escuela de Chaco’i.

SE ALEGÓ PROBLEMAS DE PAPELES
La Escuela San Antonio funciona dentro de un pre­dio que hace muchos años el Arzobispado donó a la comunidad para la aper­tura del centro educativo.

El pretexto del Ministe­rio de Educación es que el título de la propiedad recién en agosto de este año pasó a la cartera, sin embargo para la iniciativa privada esto no resultó impedimento para apor­tar algunas obras como el tinglado que grafica este artículo.

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