El desmantelamiento por parte de Trump y Putin de la red de tratados nucleares, combinado con la emergencia de nuevas potencias como China, dibuja un escenario más inestable.

Hace 75 años, Estados Unidos se convirtió en el primer y único país del mundo en atacar con un arma nuclear a un enemigo. Hoy, el tablero geopolítico ha cambiado significativamente, pero permanecen las tensiones y las incertidumbres sobre cómo garantizar que ningún país las utilice de nuevo. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asegura que él y su homólogo ruso, Vladímir Putin, trabajan juntos para reducir la amenaza de una guerra nuclear, pero lo cierto es que ambos llevan al menos los últimos tres años y medio desarrollando armas nucleares y destruyendo tratados destinados a su control. Mientras la Administración estadounidense reconoce que se ha planteado reanudar los ensayos nucleares interrumpidos desde hace casi tres décadas, nadie descarta una nueva carrera armamentística con Rusia y, ahora también, con China.

Paso a paso, el sistema de seguridad de la Guerra Fría que pactaron Washington y Moscú se está desintegrando. El fin, el año pasado, del histórico tratado de control de armas nucleares de alcance intermedio (INF), firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, fue el inicio de una nueva era. Hoy, Washington y Moscú ya no tienen limitado el almacenamiento, ensayo o despliegue de misiles terrestres de alcance intermedio (500-5.500 kilómetros).

Washington ha decidido abandonar también el Tratado de Cielos Abiertos, que permitía vuelos de inspección para fomentar la confianza entre países. Y el presidente Trump ha señalado que no renovará el Nuevo START, el último gran tratado de control de armas nucleares entre Washington y Moscú, salvo que China acepte también atarse a las limitaciones impuestas por el acuerdo. Sin él, no habrá tratado alguno que controle los dos mayores arsenales nucleares del mundo. El acuerdo expira en febrero, poco después de que en Estados Unidos tome posesión el ganador de las presidenciales de noviembre.

Trump se ha marcado como prioridad firmar un acuerdo nuclear con Rusia y China, pero Pekín ha rechazado hasta ahora las invitaciones a participar en el debate. La responsabilidad de Estados Unidos de liderar el control y la progresiva eliminación de armas nucleares, como primer y único país en haberlas utilizado, ha informado la política nuclear de Washington desde el inicio. Durante más de 60 años, presidentes de ambos partidos, de Eisenhower a Obama, han tratado de reducir el arsenal de armas nucleares y las posibilidades de que se utilicen. Pero el presidente Trump, como en tantos otros terrenos, ha rechazado las ataduras históricas. Hace apenas dos meses, Marshall Billingslea, el principal negociador estadounidense para los acuerdos de control armamentístico, confirmó que la Administración ha estudiado llevar a cabo el primer ensayo nuclear desde 1992. “La posibilidad de que la Administración Trump pueda reanudar las pruebas de armas nucleares es tan temeraria como peligrosa”, dijo Joe Biden, rival demócrata de Trump.

La evaporación de estos tratados, combinada con la emergencia de nuevas potencias nucleares como China, dibuja un escenario más inestable y con menos cortapisas, en el que las nuevas armas tecnológicas juegan un papel destacado. Robots asesinos, misiles hipersónicos y armas cibernéticas se suman a la carrera, como evidenció el preciso ataque estadounidense con un dron que mató al general iraní Qasem Soleimani en Bagdad en los primeros días de este año.

Putin ha anunciado nuevas armas hipersónicas, que viajan a al menos cinco veces la velocidad del sonido, mucho más difíciles de rastrear e interceptar. Moscú asegura que su sistema estratégico Avangard, que describe como una de sus “armas invencibles” y que está compuesto por un cohete balístico intercontinental y equipado con ojivas que pueden maniobrar en planos verticales y horizontales y cambiar de rumbo, “ya está en servicio”. Rusia afirma que puede volar en 15 minutos a territorio estadounidense. Además, aseguran que ya tiene casi a punto sus misiles de crucero hipersónicos antitanque Zirkon, que pueden desplegarse en barcos de superficie, actualmente en la fase final de pruebas, según el Ministerio de Defensa. Igual que su dron nuclear submarino Poseidón, diseñado para ser transportado por submarinos. Aunque expertos occidentales han cuestionado cuán avanzado está el desarrollo de este tipo de armas.

También EE UU, China, la India, Japón y otros países están desarrollando misiles hipersónicos. Y la carrera armamentística tiene un nuevo campo de batalla: el espacio, donde las dos históricas potencias se acusan mutuamente de probar armas.

// El País