Los mejillones salvajes y de criaderos de Río de Janeiro, la ciudad más emblemática de Brasil, están contaminados con microplásticos por la polución marina que resulta del manejo inadecuado de residuos, un mal que afecta al mundo entero y al que el gigante sudamericano apenas mira de reojo.
Las micropartículas plásticas que llegan a las aguas saladas de Río de Janeiro por el mal manejo que brasileños y turistas hacen de botellas, bolsas, vasos, platos y demás implementos de ese material son ingeridas por los moluscos que no logran distinguirlas de los elementos alimenticios que les ofrece el océano.
Así lo confirmó un estudio realizado por el profesor Abilio Soares Gomes, del Departamento de Biología Marina de la Universidad Federal Fluminense, que analizó los niveles de microplástico en muestras de mejillones salvajes y de criaderos, que tienen su hábitat en la bahía de Guanabara, uno de los sitios más emblemáticos de Río y cuyas aguas tienen un grave problema de contaminación.
Para ello, se seleccionaron cuatro grupos de mejillones: los salvajes o silvestres y los cultivados, ambos subdivididos cada uno en depurados y no depurados, muestras que fueron todas comparadas entre sí.
La conclusión fue que todos los tipos de mejillones están contaminados con micropartículas de plástico, aunque los niveles fueron menores en aquellos que son cultivados.
Con esto, la investigación también ratificó que la contaminación por plástico se convirtió en un problema generalizado para los seres vivos en el litoral de la «Cidade Maravilhosa», incluidos los humanos.
Y es que la presencia de este tipo de partículas no es exclusiva de los mejillones y tampoco es un problema que ocurra únicamente en las aguas saladas de Río de Janeiro o Brasil.
Los microplásticos, como su nombre lo indica, son partículas minúsculas, prácticamente imperceptibles, que están presentes en el ambiente marino, desde su parte más rasa, hasta sus más hondas profundidades.
No obstante, este tipo de partículas también se encontraron en otros alimentos como en la sal de cocina, el agua mineral embotellada en plástico y en los platos que se dejan sobre la mesa, porque «son contaminados por los microplásticos presentes en el ambiente», según explicó el investigador a EFE.
«El microplástico hoy en día está presente en todo el ambiente. Está en el aire, en una fábrica y hasta en la sal cuyo propio embalaje, que también lo tienen otros alimentos, contribuye con la contaminación de microplástico», agregó.
La presencia de estas micropartículas en los alimentos encendió una alerta para la salud humana y aunque hasta el momento solo se trata de estudios académicos, es muy probable que el cuadro cambie con el volumen creciente de trabajos que se están realizando sobre el tema.
Según Soares Gomes, si bien algunos estudios no han demostrado efectos nocivos para los humanos por su consumo, otros señalan que los microplásticos pueden causar disrupciones endocrinas.
«Se demostraron problemas en la parte hormonal y existen sospechas de que la obesidad, la diabetes y el aumento de esas enfermedades puede estar relacionado con la ingesta de microplásticos», aseguró.
Los objetos plásticos acumulados por las aguas marinas han generado uno de los problemas ambientales más graves del planeta, pandemia de la que solo algunos países tomaron consciencia.
Un ejemplo es la de los países que componen la Unión Europea, que ya pusieron fecha para sacar de circulación artículos plásticos de un solo uso como cubiertos, platos, vasos y pitillos, los cuales tendrán que desaparecer del mercado a más tardar en 2021.
De acuerdo con el último informe de la Asociación Brasileña de la Industria del Plástico (Abiplast), que analiza el consumo y producción del sector, Brasil consumió 6,5 millones de toneladas de este material en 2017, del cual solo se procesa y recicla una cuarta parte.
Sin embargo en Brasil, país donde se reparten 1,5 millones de bolsas por hora, ese tema fue trabajado tímidamente y las campañas impulsadas por ambientalistas y por organizaciones como las Naciones Unidas, aún no «pegan» en la consciencia brasileña.
Río de Janeiro fue la primera ciudad brasileña en prohibir el uso de pajitas plásticas (pitillos) y el año pasado el Gobierno regional sancionó una ley para poner freno a la distribución gratuita de bolsas en todas las ciudades del estado más emblemático de Brasil.
Nueve meses después, ninguna de las medidas adoptadas se cumple a cabalidad ni con responsabilidad. // UltimaHora