Foto. Dr. Daniel Vera Báez

Existe una ley que dice que dos cuerpos físicos no pueden ocupar el mismo espacio en el mismo tiempo.  El espacio ocupado no puede albergar a dos cuerpos a la vez, porque compiten entre ellos y no hay cabida para los dos. Es una gran realidad de la ley física pero también se aplica en la esfera espiritual.

 

 

 

 

Esa misma ley también se aplica en la vida espiritual y muchas veces en la vida social de una persona. En la vida espiritual Jesús mismo había dicho que nadie puede servir a la vez a dos señores, que no es posible un día ser de la luz y a la vez de la oscuridad, que una entrega a medias no se acepta en el reino celestial, en ella medias verdades no existen.

 

 

Nadie puede ser neutral en la gran guerra entre la luz y la oscuridad. Mientras que en el reino de la oscuridad todo tipo de vida o fórmulas que sean parecidas a la luz son aceptadas, lo importante es que sea una buena imitación con tal de parecerse,  aunque por dentro no lo sea.

 

 

En la vida social nadie puede tener a una persona por amigo y a la vez por enemigo, o  tener un grupo de trabajo que a la vez estira y ataja el progreso de la empresa, o un equipo de fútbol donde seis jugadores quieren ganar y cinco perder. Por lo tanto ésta ley puede ser aplicada en casi todas las esferas de la vida del ser humano.

 

 

En la mente también se aplica ésta ley.  No podemos amar y odiar a la vez a una persona, no podemos desearle felicidad y tristeza a la vez, o bien desearle salud y a la vez enfermedad. Por lo tanto no puede coexistir en la misma persona el deseo que al Paraguay le vaya bien y a la vez le vaya mal. No puede un cristiano sentirse hijo de Dios solo los fines de semana en la iglesia  y entre semana durante sus actividades sentirse hijo de la oscuridad.

 

 

Cuando Leonardo Da Vinci se propuso pintar su famoso cuadro de la Última Cena, días antes tuvo un enfrentamiento verbal con un enemigo conocido. Como represalia dibujo la cara de Judas con el rostro de su enemigo, así se vengaría de la ofensa que le produjo ese hombre.

 

Pero cuando llegó al rostro de Jesús no le podía dar el toque de paz y serenidad que debía irradiar el rostro del Maestro, se dio cuenta que con odio era imposible pintarlo. Solo cuando borró la cara de su enemigo y puso un rostro cualquiera a Judas, pudo terminar el rostro de Jesús, así terminó la memorial obra de la Última Cena.

 

 

En la vida, cada paso que demos, cada decisión que tomemos debe ser limpia, transparente, sin tratar de realizar mezclas que solo confunden a las personas que nos rodean y más aun si nos toca ser una persona pública. Cuando somos grises confundimos a la gente, no pueden darse cuenta si somos blancos o negros, solo el tiempo demostrará nuestro verdadero color e inclinación.