Dionisio Borda. Foto Web
Por Dionisio Borda
Ex Ministro de Hacienda del Paraguay
Columnista invitado

 

 

 

La matriz productiva dominante del Paraguay no posee la capacidad de generar suficientes puestos de trabajo y, por el contrario, tiende a expulsar masivamente la mano de obra del campo, excedente de la fuerza laboralque tiene escasa posibilidad de inserción en sectores económicosdiferentes a la agricultura. Pero la debilidad de las políticas públicas hace que sea poco viable la coexistencia de la agricultura familiar campesina con las empresas agrícolas. Esa falencia se manifiesta también en la falta de respuestas efectivaspara encarar la desocupación y subocupaciónen los centros urbanos y para mejorar las condiciones de vida en los barrios marginales.Entonces, la falta de horizonte para los pobres los convierte en presa fácil del negocio de las drogas,de la delincuencia y del desánimo.Así, la sociedad pierde por partida doble:por el desperdicio de la fuerza laboral y por el costo de la mayor inseguridad.

 

 

El auge de las materias primas en el periodo 2004 -2014, que se sumó a la histórica concentración de la tierra en el Paraguay, significó un rápido avance de la agricultura empresarial en el campo. La adopción de nuevas tecnologías  y las inversiones de capital propulsaron el aumento de la producción y la productividad de la soja, el trigo y el maíz, y la expansión del área de siembra de los cultivosdel complejo granelerodesarrollado por la agricultura empresarialEl saldo de la expansión ha sido la expulsión campesina.La fuerza del mercado y de las nuevas tecnologías debilitóla economía de los pequeños agricultores, empujándolos a abandonar el campo.

 

 

Este modelo de crecimiento de la frontera agrícola no ha sido acompañado por políticas agrarias de fortalecimiento de la agricultura familiar campesina para desacelerar la expulsión de la mano de obra rural. Las fallas de las políticas agrícolasno han permitido que las pequeñas fincascompitan con éxito con las grandes empresas.

 

 

La migración rural-urbana constituye un gran desafío para el Estado y la sociedad, dadas las escasas oportunidades ocupacionales que estas familias desplazadas tienen. Una válvula de escape que alivia la presión en el mercado laboral la emigración, pero cuyos costos sociales son demasiado altos para ser compensados por las remesas, que frecuentemente son afectadas por los ciclos económicos de los países de destino. La otra es poblar los barrios marginales urbanos. Este excedente laboral con escasa calificación y bajo nivel educativo constituye una verdadera bomba de tiempo en las principales ciudades.

 

 

Los asentamientos urbanos carecen de acceso adecuado a los servicios y bienes públicos. Las viviendas son precarias y están expuestas a los riesgos climáticos y a la contaminación ambiental. Algunos de sus pobladores viven de los desechos de la ciudad y acceden a trabajos precarios como “limpiavidrios”, “cuidacoches”, vendedores ambulantes, juegos callejeros y la mendicidad. Otros se dedican a trabajos de construcción, puestos de ventas de baratijas, jardinería y tareas a fines. Y, otros caen en los negocios ilícitos y en la delincuencia.

 

 

Los desafíos son corregir las falencias de las políticas públicas, mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales y urbanas, incorporar la mano de obra excedente y mal utilizada en actividades productivas, y aumentar la contribución tributaria de los sectores más ricos para financiar programas productivos y empleos decentesque ayuden a mejorar el bienestar de la población más vulnerable y a disminuir la delincuencia.

 

 

Gentileza: Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP)