Es de Coronel Martínez, Guairá, y cuenta historias de cómo ayudó en la Guerra del Chaco.

Catalina Cristaldo, oriunda de Coronel Martínez, Guairá, nació el 4 de febrero de 1921, y el domingo celebró a lo grande sus 103 años de vida.

La abuela se vistió de paraguayita con un traje típico: pollera y typói blanco con apliques de ñanduti que sus nietos mandaron a hacer a medida para la reina de la casa.

Blanca Zunilda Martínez, es la nieta encargada de cuidar a Catalina como si fuese su propia madre.

“Ella me eligió para cuidarla. Me dijo que quería vivir conmigo, para mí es un orgullo cuidarla porque mi papá la adoraba”, dijo.

La abue tuvo sólo dos hijos varones, pero ya tiene 14 nietos, 36 bisnietos y 32 tataranietos. Todos aportaron su granito de arena para su gran festejo.

La abuela tiene cientos de historias, pero la que más le gusta contar es cómo ayudó a los héroes paraguayos durante la Guerra del Chaco. Cuando solo tenía 10 años recolectaba coco y maní para enviar a Asunción como aporte patriótico.

Cómo llegó a esa edad

Cumplir 103 años de vida gozando de buena salud no es poca cosa. Doña Catalina camina sin ayuda, no usa pañales, está lucida y conversadora, aunque por supuesto, hoy día pasa más tiempo descansando.

De joven no tuvo la posibilidad de estudiar. Hizo solo hasta el 1° grado de la escuela, pero fue suficiente para aprender a leer y escribir. Era una asidua lectora, las historias de la realeza son sus preferidas y es fans de la reina Isabel.

Todavía lee y sin anteojos, pero pasa menos horas frente a los libros.

La buena alimentación que llevó durante toda su vida la ayudó bastante a gozar de una vejez sana. Hasta los 90 años produjo sus propios alimentos. Tenía una chacra donde cultivaba mandioca, poroto, maíz y mucho más. Además tenía como unas 100 gallinas y consumía mucho huevo.

La comida preferida de la abuela son los caldos con mucha verdura, la gallina casera, el kure chyryry y la chipa. También le gusta el vino tinto y toma unas copitas de vez en cuando.

Catalina es liberal fanática y, como muchos afiliados al PLRA, no puede ni ver el color rojo. “Yo me pongo una ropa rosada no más y ya me dice: Ejerema ra´e”, contó su nieta.

Los Martínez honran a su abuela y enseñan a los jóvenes a mantener esos valores cada vez más perdidos.

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