Por Estela Valdés
De las veinticuatro horas que tiene un día, unas catorce a dieciséis son aprovechables, desde que nos despertamos, hasta que volvemos a dormir; dependiendo de las edades y las actividades de cada uno, es tiempo de: estudiar, trabajar, intentar, compartir, lograr, disfrutar, disentir, sonreír, enamorarse, reiniciar, arrancar, dar, recibir, sorprenderse.
Horas cargadas de actividades y emociones, sensaciones constantes, en pocas horas, se viven demasiadas cosas, cada segundo cuenta, suma y determina las reacciones y los estados de ánimo que sobrevienen a estas.
Cada día es único, no se encadena con el otro, ni con el que va a llegar, menos con el que ya fue; se encadenan nuestras acciones, nosotros somos quienes llevamos o arrastramos nuestras vidas o nuestros pesares de acuerdo a las actitudes que tenemos ante las situaciones.
De pronto algo nos molesta, a veces nos enojamos, está bien, es absolutamente sano y normal, lo que no está bien es darles permanencia a estos estados de ánimo, imagínense pasar como doce horas, mientras trabajamos, almorzamos, usamos el baño, solamente pensando en aquello que nos causo, dolor o enojo, dejaríamos de disfrutar y ni siquiera nos percataríamos de algún detalle, o algún gesto que en otras circunstancias nos harían sentir bien.
No podemos pasar todo un día maquinando como hacer sentir mal, ofender o molestar a alguien, tejiendo ideas, esparciendo rumores, esperando reacciones y preparando un contraataque, ¿en que estamos convirtiendo nuestro días?, ¿de qué manera estamos usando las horas que nos quedan?, nunca sabemos cuántas serán.
No es que todos deben caernos bien, en absoluto, pero no podemos convertir a estas personas en el centro de nuestras vidas. Los problemas, los desentendimientos, se reciben se procesan, y se avanza.
Es muy básico detenerse en la vida de otras personas, debemos amarnos más, ocuparnos de nosotros, descubrir que podemos ser felices, disfrutar los momentos, saborear nuestros logros, tratar de estar mejor, pero por nosotros, no para demostrarle a alguien más; “alguien más”, tal vez hace días que se está ocupando de su nuevo proyecto y la ilusión que este le genera.
La enseñanza es: “ama a tu prójimo como a ti mismo”, y no lo contrario, “odia a tu prójimo como a ti mismo”, cada minuto que dedicamos en pensar cómo hacer daño a otros, son minutos que estamos robando de nuestro día, no hacemos daño a nadie más que a nosotros mismos.