El usurero Ramón González Daher y su hijo Fernando González Karjallo se entregaron a la Policía Nacional luego de que saliera la ejecución de sus condenas.

«Se encuentra en Asunción en el Departamento de Judiciales (de la Policía Nacional)», informó el comisario Jorge Piñánez que se encontraba frente al domicilio de Ramón González Daher, alrededor de las 13:00, de este lunes. Durante esta misma jornada, la jueza de Ejecución Sandra Silveira dispuso la captura del usurero luqueño y su hijo para que sean remitidos a la Penitenciaría Nacional de Tacumbú.

Varias personas estaban congregadas frente a su domicilio presionando para que los condenados sean llevados a la cárcel. Sin embargo, la Policía Nacional, que estaba custodiando el lugar, no podía ingresar por falta de una orden de allanamiento.

El ex dirigente deportivo tiene una condena de 15 años de cárcel por usura, lavado de dinero y declaración falsa, mientras que su hijo fue condenado por los mismos hechos, pero recibió 5 años. La defensa presentó recursos en todas las instancias para retrasar la ejecución de la pena, pero ya hasta la Corte Suprema de Justicia se pronunció en contra de ambos.

Padre e hijo cayeron luego de las investigaciones realizadas por el diario Última Hora, en las cuales evidenciaron el esquema de usura y aprietes.

En el juicio oral se comprobó que el prestamista amasó una fortuna de más de G. 6,5 billones mediante un esquema de corrupción y hostigamiento a sus víctimas. Además, contó con la ayuda de la Justicia, con la complicidad de jueces y fiscales.

De acuerdo con la investigación de ÚH, González Daher promovió más de 500 denuncias falsas contra personas que prestaban dinero de él o de personas cuyos cheques o pagarés llegaban al poder del ex dirigente deportivo a través de terceros.

RGD aprovechaba los vínculos políticos de su fallecido hermano, Óscar, en ese entonces senador colorado y presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM).

Ramón realizaba préstamos con intereses usurarios de forma comercial, y de manera tal que la desproporción entre lo prestado y lo retornado como intereses eran “superlativamente excesivos”. Usaba los pagarés o cheques para cobrar los préstamos, y luego formulaba denuncias ante la Fiscalía, como víctima en contra de varias personas por supuestas estafas.

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