Dos menores nativos robaron la escopeta de deporte olímpico de Helena Farres y la cartera de la misma. Ni bien salieron de la casa en donde perpetraron el robo, uno de ellos se llevó el arma y el otro se alzó con el segundo botín.

El indígena que se llevó la escopeta, que estaba en su estuche herméticamente cerrado, se sentó en la plaza Batallón 40 de la capital, para intentar abrirlo

Allí fue “víctima” del abordaje de un hombre, adicto al chespi, quien a golpes le arrebató el estuche y se retiró del sitio, con destino a la Chacarita. El marginal tampoco pudo abrirlo.

En ese barrio fue junto a un reducidor de artículos robados, quien finalmente lo abrió, y se encontró con el arma. Le pagó G. 650.000 para quedarse con el artículo.

El reducidor después convocó a un pescador (que “trabajaba” con él) y que, según el informe policial, vendió a un cliente suyo por 2.500.000 guaraníes.

De acuerdo a los datos brindados a los medios, al llegar al asaltante que arrebató la escopeta al niño indígena, comenzó la construcción de conexiones que acabó con el comprador final del arma.

Y el mismo resultó ser un comerciante de Pedro Juan Caballero, que adquirió del pescador, argumentando “buena fe”. Sin embargo, los agentes que contactaron con el mismo, le puntualizaron que la escopeta era robada y que si no la devolvía, iba a ser incluido en el proceso ante la Fiscalía.

El comerciante pedrojuanino remitió al final el arma robada a la deportista, a través de un servicio de encomienda. El insólito pase de mano en mano del arma, fue resaltado como un “caso raro”, ya que implicó (y desveló) a ladrones, uno de ellos asaltado por un chespi, y por otro lado al reducidor y su cómplice, así como el comerciante que pagó por la escopeta por 2,5 millones, cuando en el mercado el artefacto está evaluado en 50 millones de guaraníes.

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