Parientes y visitantes de internos que subsisten en la cárcel de Tacumbú, indignados por la forma en que el sistema trata a estos internos, acercaron fotografías que muestran cómo se sobrevive en el lugar de reclusión más grande y hacinado del país.
“Es inhumano cómo le tienen a esa gente, sobre todo en los días de frío y de lluvia, donde tienen que arreglarse como pueden”, detalló una de las fuentes que pidió el anonimato por miedo a represalias. Esta persona observó que los llamados pasilleros –refiriéndose a los reclusos que no tienen lugares en los pabellones– son en su mayoría adictos al crac.
“No se tienen registros de cuántos son. Antes estaban registrados, pero después dejaron de anotar”, señaló Dante Leguizamón, comisionado del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, que en su condición visitó varias veces el penal y llegó hasta esos lugares. “La situación de los pasilleros venimos denunciando desde el 2013. Ahora en Tacumbú hay 3.300 personas. En general, alojaban, 3.800 o 4.000. Hay menos personas, pero las condiciones son las mismas”, recalcó.
Aunque no se tenga un registro, las personas que no tienen lugar, los últimos en las cárceles, estarían alrededor de los 750 internos, 200 de ellos bajo un tinglado, el resto medrando donde pueden.
La adicción a los estupefacientes hace que las personas se acostumbren a dormir sobre el piso frío y húmedo, muchas veces a la intemperie. “Los internos son verdaderos zombies que solamente buscan la droga y ni siquiera desean ingerir alimentos”, dijo otro familiar.
la comida. Cuando peor pasan los pasilleros es a la hora de la comida, teniendo como platos envases de gaseosa cortados como para que pueda servirse un caldo de fideos acompañado con pan.
Revela nuestra fuente que algunos son tan desgraciados que no les alcanza la ración de pan y se tienen que conformar con una porción de fariña.
Otra de las denuncias realizadas se refiere a la insalubridad.