Brasil es el más afectado por la pandemia en la región. La Organización Panamericana de la Salud ya había advertido que los servicios médicos cariocasestán “al límite” y cientos de pacientes con Covid-19 esperan por un lugar en la terapia especializada.
Había varios especialistas ante los pacientes entubados en la unidad de cuidados intensivos, revisando datos y tomando notas. Conversaban en voz baja, apenas audible en medio de los pitidos incesantes de los monitores conectados a los pacientes.
El sábado por la mañana había dos camas libres a la vista, pero los médicos del Sao Jose, un hospital en una ciudad de clase trabajadora al norte de Río de Janeiro, dijeron que esa misma tarde estarían ocupadas. Probablemente sólo era cuestión de días, o quizá horas, hasta que las demás estuvieran también llenas por la expansión del coronavirus.
“Está llegando gente de todas partes”, dijo José Carlos de Oliveira, secretario de Salud de la ciudad de Duque de Caixas, en declaraciones a The Associated Press en el estacionamiento del hospital.
“Esta enfermedad no se anda con bromas. El que piense que es una broma va a perder la vida», dijo De Oliveira, médico y que se recuperó hace poco de COVID-19.
Pronto llegaron al hospital cuatro ambulancias a la vez. Veinte minutos antes había llegado otra. Todas transportaban enfermos de COVID-19 y trataban de llegar a una de las escasas y valiosas camas de UCI que quedaban en el centro.
Sao Jose está aceptando pacientes que no tenían plaza en otros hospitales ya a plena capacidad para atender los casos de la enfermedad.
En el estado de Río de Janeiro, que tiene la segunda cifra más alta de muertos por el virus en Brasil, la mayoría de los hospitales que aceptan pacientes de COVID-19 se han quedado sin camas en las unidades de cuidados intensivos. Según el secretario de Salud estatal, el jueves había 369 personas infectadas esperando a ser trasladadas a una UCI.
La unidad de Sao Jose acababa de inaugurarse, el 4 de mayo, y ya tenía ocupado el 90% de sus 128 plazas. Menos de una semana después de que la Organización Mundial de la Salud declarase una pandemia, la ciudad de Duque de Caxias compró un hospital privado y empezó a trabajar contrarreloj para convertirlo en un centro de cuidados intensivos dedicado exclusivamente a pacientes de COVID-19.
Más de 15.000 brasileños han muerto de la enfermedad por ahora, aunque muchos expertos dicen que probablemente la cifra sea considerablemente mayor porque no se hacen pruebas suficientes para identificar todos los casos. En los últimos días se han sumado más de 800 personas a la cifra de muertos cada 24 horas, y la crisis aún no ha tocado techo en el país más poblado de América Latina, según los expertos.
Este sábado, Brasil el total de contagiados llegó a 233.142 y el país ascendió al cuarto lugar en la lista de los más afectados por la enfermedad en el mundo, por encima ahora de España e Italia, informó el Ministerio de Salud.
El presidente, Jair Bolsonaro, ha restado importancia de forma continuada a la pandemia, descrito el coronavirus como “una gripecita” y criticando con dureza a los alcaldes y gobernadores estatales que han cerrado negocios, impuesto cuarentenas y recomendado medidas de confinamiento. En su lugar, Bolsonaro ha defendido que cualquiera que no esté en un grupo de riesgo vuelva al trabajo para que la economía no se derrumbe.
Para Bolsonaro, más preocupado con la paralización del país, la ya prevista recesión histórica y los millones de empleos destruidos por la crisis sanitaria, el COVID-19 “va a contagiar al 70 % de la población tarde o temprano” y “va a matar mucha gente” sin importar las medidas de distanciamiento que se adopten.
Esta posición provocó el viernes la renuncia del ministro de Salud, Nelson Teich, el segundo titular de la cartera en caer en menos de un mes.
Las previsiones indican que los contagios y las muertes seguirán creciendo de forma exponencial en este país de 210 millones de habitantes y que el pico de la enfermedad sólo se producirá en las próximas semanas.
Brasil acumulará unas 90.000 muertes por COVID-19 para inicios agosto, según la proyección del centro estadounidense que asesora a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una cifra mucho mayor que la estimada para otros países gravemente afectados como México, Perú y Ecuador (alrededor de 6.000).
Fuente: Infobae