José Mujica, el Pepe, deja la política. El expresidente de Uruguay ha formalizado este martes su renuncia a su escaño como senador “echado por la pandemia” y en contra de sus deseos. Pero «hay un tiempo para llegar y un tiempo para irse en la vida”, dijo ante el Senado con su habitual claridad de ideas. Lo que no pudo hacer la dictadura de su país lo consiguió un virus y la edad. Mujica tiene 85 años y una enfermedad autoinmune que lo convierte en paciente de alto riesgo ante un eventual contagio de la covid-19. “Esta situación me obliga, con mucho pesar por mi honda vocación política, a solicitar que se gestione mi renuncia a la banca que me otorgó la ciudadanía”, escribió Mujica en una carta leída en sesión extraordinaria del Senado. El expresidente ya había anticipado meses atrás su intención de renunciar, una idea que ratificó ante los medios en la jornada de las elecciones municipales celebradas el 27 de noviembre pasado.
El discurso de Mujica en la Cámara Alta, en la que también renunció el exmandatario Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), fue una declaración de principios, resumen de la ética que ha sido combustible de su vida política. “El odio es fuego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye. Yo tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida, que el odio termina estupidizando, nos hace perder objetividad”, dijo a sus correligionarios.
Después de discursos de despedida de los senadores tanto de izquierda como de derecha, Mujica tomó la palabra para agradecer lo “elogiosos” que habían sido con él. “Triunfar en la vida no es ganar, es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”, dijo.
El ahora exsenador, cuyo lugar en la Cámara Alta ocupará Alejandro Sánchez, también del Frente Amplio, se refirió a la nueva época en la que le ha tocado vivir, dominada por la tecnología. Y descartó además que piense en alguna sucesión, ya que muchos señalan a Sánchez y a Yamandú Orsi, intendente de Canelones, como sus ‘hijos políticos’. “En política no hay sucesión, hay causas. Todos pasamos, algunas causas sobreviven y se tienen que transformar y lo único permanente es el cambio. La biología impone cambios, pero también tiene que haber una actitud de dar oportunidad a nuevas generaciones”, señaló.
En una entrevista previa con medios uruguayos, aclaró que su retiro era culpa de la pandemia. “Yo tenía previsto ni siquiera ir [al Senado], mandar un papelito de renuncia, pero me llamó la vicepresidenta y… no sé, quiere hacer un poco de glamour. Y le dije ‘bueno, ta, voy’, algo voy a tener que decir. Pero yo me voy del Senado porque el coronavirus este me tiró para afuera. Porque tengo 85 años pasados, casi 86, tengo una enfermedad inmunológica, una enfermedad bien rara, que no es cualquier enfermedad, de esa que los médicos dan vuelta y te das cuenta de que no saben un carajo. Bueno, y ni siquiera me puedo vacunar. Me encanta la política, pero más me encanta estirar la vida todo lo que pueda”, dijo mate en mano y con el estilo desenfadado que siempre han sido su marca.
José Mujica nació en Montevideo en 1935 y en 1964 se sumó al grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. La dictadura militar lo mantuvo preso un total de 15 años, con un período de 12 años sin interrupciones que terminó en 1985. Fue uno de los llamados “rehenes” del gobierno militar, detenidos políticos que serían ejecutados en caso de que su agrupación retomase la lucha armada. Sus años de aislamiento en la cárcel fueron retratados en 2018 por la película La noche de 12 años.
En 1985, con el regreso a la democracia, Mujica fue beneficiado por una amnistía general decretada para pacificar el país. Volvió entonces a la política activa. Pasó por el Senado, fue ministro de Agricultura y finalmente presidente de Uruguay entre los años 2010 y 2015. Nunca dejó de vivir en su casa de campo ni perdió su estilo campechano, su hablar claro y directo y sus costumbres humildes. Hoy, Pepe Mujica es la voz más respetada de la izquierda latinoamericana.
// El País