Francisco, tras su visita con Orbán en Hungría, insiste en su idea de regular estas parejas como uniones civiles, no como matrimonios.
El papa Francisco, como sucede siempre en los vuelos de regreso de sus viajes, corrió las cortinillas de la clase turista y apareció para responder las preguntas de los periodistas. Era el último viaje de un Papa con la compañía Alitalia después de 57 años y 171 trayectos por todo el mundo de forma ininterrumpida. Pero esta vez, la corta duración del tránsito entre Bratislava y Roma —durante cuatro días había visitado Hungría y Eslovaquia— permitió pocas preguntas.
Preguntado sobre la petición de la Unión Europea de que se promuevan leyes para permitir los matrimonios entre homosexuales, repitió que “la Iglesia no tiene el poder de cambiar el sacramento”. “Son leyes que intentan ayudar la situación de tanta gente con orientación sexual diversa. Y eso es importante, pero sin imponer cosas que en la naturaleza de la Iglesia no encajan. Si quieren llevar una vida juntos, los Estados tienen posibilidad de apoyarles civilmente y darles seguridad. La ley está bien… pero un matrimonio es un matrimonio. Y como sacramento está claro”, señaló.
Francisco habló de su encuentro con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en el que, según dijo, solo hablaron de ecología y familia. Comentó también en el avión papal su visión sobre la Unión Europea —a la que pidió que no se convierta “en una oficina de gestión”—, de los “negacionistas del colegio cardenalicio” y de la negativa de algunos obispos estadounidenses a dar la comunión al presidente Joe Biden por sus posiciones a favor del aborto. “La comunión no es un premio, es un don, un regalo. Yo nunca me he negado a darla”, señaló.
Francisco fue algo ambiguo con el tema de Biden y aseguró que los obispos no deben tomar decisiones políticas, sino pastorales. Pero fue muy contundente en su visión sobre aborto y de quienes lo practican. “El aborto es un homicidio. Sin medias palabras. Quien aborta, asesina. Tomad cualquier libro de embriología. La tercera semana de la concepción, antes de que a veces se dé cuenta la mujer, ya están todos los rasgos, también el ADN. Es una vida humana y esa vida humana tiene que respetarse. A quien no puede entenderlo le haría dos preguntas: ¿Es justo asesinar una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar a un sicario para resolver un problema? No andemos con cosas extrañas, científicamente es una vida humana. Por eso la Iglesia es así de dura en este argumento: si acepta eso, es como si aceptase el homicidio cotidiano”, señaló. Francisco, eso sí, dejó en manos de los teólogos la decisión sobre si debe o no darse la comunión a quienes abortan.
La división que suscita en algunas comunidades, como la eslovaca, el proceso de vacunación deja todavía perplejo al Papa, que ha pedido en varias homilías que la gente se someta a la vacunación. De hecho, admitió que en el propio “colegio cardenalicio también hay negacionistas”, cardenales que se niegan a inocularse el suero contra la covid-19 y que niegan su existencia. Francisco recordó el caso del cardenal Raymond Burke, del ala ultraderechista de la Iglesia y uno de sus principales opositores. El purpurado se opuso a la vacunación, pero terminó gravemente enfermo e ingresado en el hospital por covid-19. “Ironías de la vida”, deslizó el Pontífice. “En el Vaticano estamos todos vacunados, menos un pequeño grupo… Estamos viendo como ayudarlos”.
// El País