El 11 de septiembre del 2001 era un martes cualquiera en Manhattan hasta que un avión se estrelló contra una de las Torres Gemelas.
Hace 20 años, el 11 de septiembre de 2001, un grupo de 19 terroristas de Al Qaeda cambiaron el mundo para siempre al secuestrar simultáneamente cuatro aviones de pasajeros en los Estados Unidos, estrellando dos de ellos contra las Torres Gemelas de Nueva York y otro contra el Pentágono. El cuarto se estrelló contra el suelo en Pensilvania. El ataque es uno de los sucesos más traumáticos de la historia de los Estados Unidos, cuyas consecuencias se siguen sintiendo dos décadas después.
Era la hora punta de un martes cualquiera en Manhattan y la gente caminaba hacia sus puestos de trabajo o leía los primeros correos electrónicos de la mañana en el despacho café en mano. Pero la normalidad se esfumó a las 8.46 horas de aquella mañana cuando el Boeing 767-223 de American Airlines se estrelló contra la Torre Norte de las Torres Gemelas, emblema reluciente de la pujanza estadounidense y, en ese entonces, los rascacielos más altos de Nueva York.
En un principio se especuló con que podría haberse tratado de un accidente. Incluso algunos medios hablaron de la posibilidad de que fuera una avioneta. Pero pocos minutos después, cuando las televisiones de todo el planeta ya habían conectado en directo con la Gran Manzana y las cámaras grababan el agujero humeante provocado por el misterioso aparato, los telespectadores pudieron presenciar en vivo como otro Boeing, un 767-200 de United, estallaba ante sus ojos al impactar contra la Torre Sur a las 9.03 horas. El corazón de la primera potencia mundial, el corazón del capitalismo, había sido brutalmente atacado.
Las dos torres quedaron seriamente dañadas. Dos espesas columnas de humo negro se elevaron sobre ellas, asemejándolas a dos macabras velas de cumpleaños. El fuego atrapó a las personas que se encontraban en las plantas superiores. Muchas, desesperadas ante el avance de las llamas, saltaban al vacío desde las ventanas.
Los bomberos de toda la ciudad se movilizaron para emprender una misión de rescate heroica y a la vez trágica, muchos nunca regresaron. Menos de dos horas más tarde, los dos edificios de 110 plantas se derrumbaron, engullendo a la Gran Manzana en una nube de polvo y matando a 2.606 personas.
Mientras eso sucedía, a las 9.37 horas otro aparato de American Airlines se estrellaba contra el edificio del Pentágono, destrozando la cara occidental del gigantesco cuartel general del ejército estadounidense situado a las afueras de la capital de la nación, Washington, matando a 125 personas.
El cuarto avión se estrelló a las 10.03 sobre un campo en el estado de Pensilvania después de que los pasajeros se rebelaran contra sus secuestradores. Se cree que su intención era encastarlo contra el edificio del Capitolio.
En total, el 11-S murieron 2.977 personas (sin contar a los 19 terroristas suicidas), la mayoría de ellos en Nueva York. En el momento del primer impacto, se estima que había unas 17.400 personas en las torres. No hubo supervivientes en las plantas superiores a la zona del impacto de la Torre Norte. Sin embargo, 18 personas lograron escapar desde los pisos por encima del estallido del avión en la Torre Sur. Aquella mañana, la ciudad perdió a 441 trabajadores de emergencias.
En el momento del ataque, el entonces presidente estadounidense George W. Bush se encontraba de visita en una escuela de Florida. Tras ser informado de que un segundo avión había impactado contra las Torres Gemelas y de que el país estaba siendo atacado, el mandatario siguió sentado escuchando la lectura de un libro infantil.
Detrás del brutal ataque se encontraba el saudí Osama bin Laden, hijo de una acaudalada familia de constructores y líder del grupo extremista Al Qaeda. Bin Laden y su grupo habían declarado la “guerra santa” contra Estados Unidos por sus “agresiones” contra los musulmanes en diversas partes del mundo.
Tras el ataque, Bush declaró la “guerra contra el terrorismo”. “Nuestro enemigo es una red radical de terroristas y todos los gobiernos que la apoyen”, dijo. Menos de un mes después, las tropas estadounidenses invadían Afganistán y derrocaban al régimen talibán, al que acusaban de haber protegido a Al Qaeda y haber albergado a sus líderes.
En enero del 2002 el gobierno estadounidense puso en marcha la prisión militar de Guantánamo, donde retuvo indefinidamente y sin juicio a cientos de talibanes y personas presuntamente relacionadas con Al Qaeda. Hoy en día, la prisión en suelo cubano sigue reteniendo a 40 personas, la mayoría de las cuales nunca han sido acusadas penalmente.
Osama bin Laden permaneció prófugo hasta el 2 de mayo de 2011, cuando finalmente fue localizado y asesinado por las fuerzas estadounidenses en su escondite en Abbottabad, Pakistán.
En junio del 2011, el entonces presidente Barack Obama anunció el comienzo de la retirada de tropas de Afganistán, pero no fue hasta diez años más tarde, en agosto del 2021, cuando el último soldado estadounidense abandonó suelo afgano.
La retirada estadounidense coincidió con el regreso al poder de los talibanes, que reconquistaron con facilidad el país pese a los años y millones invertidos por Estados Unidos en formar un ejército afgano capaz de luchar contra los insurgentes.
Este martes los talibanes anunciaron en Kabul a los miembros del nuevo ejecutivo “interino” del “Emirato Islámico de Afganistán”, cuyo ministro del Interior será Sirajudin Haqani, uno de los terroristas más buscados por los Estados Unidos. En el cargo de ministro de Defensa estará el mulá Yaqub, hijo del mulá Omar, el histórico líder talibán que protegió a Bin Laden durante su estancia en Afganistán.
// La Vanguardia