El país sudamericano es el primero de la región en utilizar la Sputnik V.
La vacuna rusa contra la covid-19 ha llegado a América Latina. Lo hecho a través de Argentina. Con la aplicación de la primera dosis a una médica terapista de un hospital de la provincia de Buenos Aires, la Sputnik V, producida por el laboratorio Gamaleya, se ha metido en un territorio disputado por laboratorios de EE UU, Europa y China. Las primeras 300.000 dosis llegaron al país sudamericano el 24 de diciembre, a bordo de un vuelo de Aerolíneas Argentina enviado especialmente a Moscú. Cinco días después, el Gobierno de Alberto Fernández inició la vacunación en forma simultánea en las 23 provincias del país, además de la ciudad de Buenos Aires. Las dosis recibidas alcanzan para inmunizar al 76% del personal médico que combate el coronavirus desde la primera línea de fuego.
Con el inicio de la campaña, Argentina se convierte en el cuarto país de la región en vacunar a su población, detrás de México, Chile y Costa Rica. “La idea es empezar la vacunación con los que tienen más exposición al riesgo. Es una verdadera epopeya hacer la campaña de vacunación más grande de Argentina con igualdad de acceso”, dijo el ministro de Salud, Ginés González García, al dar comienzo al proceso en el Hospital Posadas, una mole de cemento que atiende a decenas de miles de pacientes en el oeste del extrarradio de la capital argentina. A 60 kilómetros de allí, en la ciudad de La Plata, el gobernador de la provincia Buenos Aires, Axel Kicillof, se convertía en el primer político argentino en recibir la vacuna contra la covid-19. “Estoy orgulloso de poner el hombro”, dijo.
A mediados de enero está previsto el arribo de la segunda dosis de la vacuna rusa. En una segunda etapa, la recibirán policías y maestros, además de los mayores de 60 años. Será entonces cuando se vacune el presidente Fernández, que tiene 61 años, y el ministro González García, de 75 años. La eficacia de la Sputnik V en mayores de 60 años fue un tema de debate hace dos semanas, cuando el Gobierno argentino se enteró de que la vacuna no estaba probada en esa franja de edad. El incidente dio alas a la oposición al peronismo, que acusaron a Fernández de falta de transparencia con una droga que cuenta con el recelo de ciudadanos y expertos por la velocidad de sus ensayos.
Argentina tiene firmados, además de con Moscú, contratos de provisión con el laboratorio estadounidense Pfizer y con la farmacéutica AstraZeneca, que trabaja en sociedad con la Universidad de Oxford. El Gobierno había apostado mucho a esta última, tras la firma, en agosto pasado, de un acuerdo para la fabricación en un laboratorio local del activo de la vacuna, que luego será envasado y distribuido a todo América Latina desde México. La vacuna de AstraZeneca está demorada, y la Casa Rosada apuró entonces las negociaciones con Gamaleya para no perder la carrera.
Fue así que Argentina y Bielorrusia, que comenzó a suministrar la vacuna también este martes, se convirtieron en los primeros países –salvo Rusia, por supuesto—en administrarla en los cauces regulares. La Sputnik V ya ha terminado los ensayos clínicos y está pendiente de publicar los resultados en una revista científica de primer nivel, según confirmó el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), el financiador de la vacuna. Aunque los argentinos no son los primeros en recibirla: Venezuela ha vacunado a 120 personas dentro de sus ensayos clínicos.
Los desarrolladores aseguran que la Sputnik V tiene una efectividad de más del 91% tras recibir las dos dosis que componen la vacuna. La inmunización se autorizó este fin de semana también para los mayores de 60 años, tras un estudio separado en personas de este grupo de edad, según informó el Ministerio de Sanidad el sábado. Ese ensayo específico se hizo con 150 voluntarios mayores.
Hasta entonces, la inyección solo estaba indicada para personas de entre 18 y 60 años, lo que causó la polémica en Argentina. El presidente ruso, Vladímir Putin, que tiene 68 años, ya dijo que se vacunaría cuando la Sputnik V recibiese el visto bueno de los científicos para su grupo de edad. El permiso ha llegado y son muchos los que esperan –en Rusia y fuera— a que se ponga la inyección.
De momento, Argentina ha recibido solo la primera de las dos dosis. El segundo envío, que tiene la segunda y debería suministrarse 21 días después de la inyección inicial, llegará en enero. “En tres semanas se entregará el segundo componente, posiblemente antes, pero no más tarde”, ha asegurado Alexadr Gintsburg, jefe del Instituto Gamaleya, el desarrollador de la Sputnik V, que recalcó que se está tratando de acelerar la producción que -sobre todo de la segunda dosis- va retrasada. El Gobierno de Alberto Fernández ha comprado 10 millones de dosis de la inmunización, basada en adenovirus del resfriado común y con dos vectores de vacunación.
Rusia, que fue el primer país del mundo en registrar una vacuna contra el coronavirus, ha recibido críticas por la rapidez y la inicial falta de transparencia de las pruebas. El Kremlin confía en la inmunización como una primera línea de defensa contra la covid, que en el país euroasiático, uno de los más afectados a nivel mundial, ha contagiado a más de tres millones de personas.
Además, según la última revisión de los datos, de este lunes, unas 186.000 han muerto por coronavirus en Rusia, según reconoció la viceprimera ministra Tatiana Golíkova, encargada del operativo de coronavirus, citando datos demográficos. Una cifra tres veces mayor que la recopilada en el registro de los fallecidos por coronavirus, cuestionada enormemente por los expertos, que llevan casi desde el inicio de la pandemia criticando el recuento.
Pero además, Moscú ve en la Sputnik V una fórmula de devolver la ciencia rusa a la primera línea y un punto de fuerza geoestratégica. Con un precio de unos 20 dólares (las dos dosis), significativamente más bajo que dos de sus competidoras como la vacuna de Moderna y la de Pfizer, y una logística de transporte no demasiado compleja a primera vista, Rusia quiere exportar su vacuna a decenas de países. De momento, más de 50 han expresado interés, según el RDIF.
// El País