Un 21 de septiembre como hoy, pero del año 2004, el grupo criminal de izquierda hoy llamado EPP secuestraba a Cecilia Cubas, para luego pedir dinero a cambio de su liberación. Esa fue la última primavera para la joven. Su madre, Mirta Gusinky, sin poder evitar las lágrimas, dice que el tiempo pasa, pero que el dolor persiste.

Era la tarde-noche del 21 de septiembre y Cecilia estaba a punto de llegar a su domicilio en Laguna Grande, San Lorenzo, a bordo de una camioneta color bordó. En ese momento, integrantes de una banda criminal le cerraron el paso con dos automóviles, realizaron varios disparos al vehículo con la intención de inmovilizar a la víctima y la secuestraron.

Horas más tarde, uno de los criminales se comunicó con la familia CubasGusinky para informarles que tenían a Cecilia y que volverían a llamar para pedir dinero, el fin primero de este grupo de extrema izquierda.

Además de llamadas, las comunicaciones se hacían por correo, en mensajes donde los asesinos se referían a Cecilia como “la fruta” y describían que ya se estaba pudriendo y que, dudaban que pudiera resistir mucho tiempo más.

El 13 de noviembre la familia realizó el pago de 300.000 dólares en Caaguazú, luego esperaron la liberación, pero los delincuentes no cumplieron y le tomaron del pelo a los familiares, pues dijeron que este monto solamente fue una multa por la demora y el mal trato. Días antes de Navidad volvieron a dar un ultimátum y exigieron 3 millones de dólares.

A casi cinco meses de cautiverio, el 16 de febrero del 2005, se produjo el macabro hallazgo de Cecilia en la conocida “Casa del terror” ubicada en Las Palmas 342 del barrio Mbocayaty de la ciudad de Ñemby. Su cuerpo fue hallado dentro de una fosa, en completo estado de putrefacción.

En esas condiciones, Mirta Gusinky, madre de Cecilia, hundida en el dolor y la impotencia, llenó de besos los restos de su hija.

“Pasa el tiempo, pero el dolor no pasa. Uno se convierte en una persona que vive para honrar la memoria de esa persona, en este caso, de mi hija”, dijo Gusinky esta mañana a radio Ñandutí, al recordar la mayor tragedia de su vida.

Señaló que estos criminales hoy siguen amparados en los derechos humanos, mismos derechos que para las víctimas no existen.

“Hoy la recuerdo y le pido a Dios que la tenga a su lado, soy creyente y eso es lo que me sostiene, me ayuda a seguir luchando y pensando que algún día voy a tener la suerte de encontrarme con ella”, expresó. Para Gusinky, según informaciones a las que accedieron, todo esto comenzó en Colombia, donde los salvajes que cometierone este y otros crímenes posteriores, fueron entrenados por las FARC.

//Hoy.com.py.

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