La enmienda que buscaba Cartes para impulsar su reelección tuvo hace dos años su punto más álgido con la toma e incendio del Congreso y el asesinato del joven liberal Rodrigo Quintana.
El proceso de enmienda constitucional para ser reelecto que buscaba Horacio Cartes tuvo exactamente hace dos años su punto más álgido con la toma e incendio del Congreso y el asesinato de un joven dirigente del PLRA, Rodrigo Quintana, durante un inaceptable atraco policial a la sede del partido de oposición.
La campaña arrancó meses antes con el lema Que la gente decida, con la recolección de más de 36.000 firmas, que al final resultó todo un fiasco al quedar en descubierto un sinfín de artimañas políticas, que fue un trago amargo para el oficialismo.
Golpe parlamentario. Cartes anunciaba insistentemente que no tenía interés en una reelección. Sin embargo, los senadores que respondían a su movimiento, avalados por el entonces presidente, maniobraban con el apoyo de algunos referentes de la oposición, como Fernando Lugo, líder del Frente Guasu, y el liberal Blas Llano.
En la mañana del 28 de marzo, el atropello impulsado por cartistas, llanistas y luguistas, conformando un Congreso paralelo para presentar y aprobar el proyecto de enmienda pro reelección, fue consumado. El senador colorado oficialista Julio César Velázquez, entonces vicepresidente segundo del Senado, se autoproclamó presidente de la Cámara Alta, desconociendo la autoridad del entonces titular, Roberto Acevedo, y del vicepresidente primero, Eduardo Petta, quienes estaban presentes en la sala. Velázquez decidió dar entrada a un proyecto de modificación del reglamento interno, como un paso previo para la presentación del plan de enmienda y así poder lograr la ansiada reelección presidencial.
Continuando la misma maniobra, ese mismo día en horas de la tarde, 25 senadores oficialistas, luguistas y llanistas realizaron su propia sesión extraordinaria en la sede de la bancada del Frente Guasu, en la que aprobaron la modificación de los artículos 11, 41 y 117 del reglamento interno de la Cámara, lo que les permitiría convocar a un referendo para enmendar la Constitución. Con ese cambio aprobado por los 25 senadores en el artículo 41 del reglamento se le sacaba al presidente del Congreso la atribución de rechazar proyectos.
El hecho implicó una abierta violación de la Carta Magna. El Gobierno y sus aliados políticos desataron una grave crisis institucional con su obsesión por lograr la reelección.
La ciudadanía no tardó en reprobar el golpe parlamentario, saliendo a las calles. El plan reeleccionista de Cartes llegaba a instancias de impredecibles consecuencias y el ambiente se tornaba cada vez más tenso. La mecha de la violencia ya estaba encendida, justo en momentos en que Paraguay estaba en la vidriera económica mundial por la asamblea del BID, que volvía a reunirse en el país después de 50 años durante esos días.
Quema. Para entonces, y luego de dos días de silencio absoluto de parte del oficialismo colorado liderado por el ex presidente, los veinticinco senadores sesionaron nuevamente de manera secreta ese viernes 31 de marzo y a tambor batiente aprobaron el proyecto de enmienda constitucional para permitir la reelección, generando una feroz manifestación ciudadana que tomó el Congreso.
La decisión, que estaba siendo transmitida en vivo por los medios de comunicación, generó la reacción inmediata de la gente que apoyada por referentes del oficialismo del PLRA, liderado por Efraín Alegre, y de otras agrupaciones llegaron hasta la plaza frente al Congreso, lo que generó una feroz represión policial.
De la represión no solo quedaron víctimas varios jóvenes y mujeres, sino también legisladores y dirigentes políticos que llegaron hasta la plaza para acompañar a los manifestantes, como el diputado Édgar Acosta, quien se llevó la peor parte al recibir un disparo de escopeta en la boca que le desfiguró el rostro por lo que hasta hoy sigue con tratamiento médico. También Rafael Filizzola o el mismo Efraín fueron golpeados y disparados con balines de goma. Cartes imponía su reelección a costa de sangre.
Con el correr de las horas, la situación fue empeorando. La policía fue sobrepasada y los manifestantes pasaron la vallas de seguridad. La explosión de la ira popular, tras la salvaje represión policial que luego se replegó, finalmente descontroló el escenario y derivó en la toma e incendio del Parlamento.
Muerte de Rodrigo. Tras un inentendible operativo policial, aquella madrugada la crisis política tuvo su trágico desenlace con la muerte del joven liberal Rodrigo Quintana.
La sede del principal partido político de oposición fue atropellada sin orden judicial por varios policías, quienes entraron a disparar y a golpear salvajemente a quienes estaban adentro, asesinando con balas de escopeta a Rodrigo, de 25 años de edad.
El joven murió de un disparo, en el local partidario en la madrugada del 1 de abril de 2017 y para la Fiscalía el único responsable es el suboficial Gustavo Florentín.
Hasta hoy no se sabe quién dio la orden para el cobarde ataque al local partidario. // UltimaHora