Fiesta de San Juan terminó en tragedia en Santa Rosa, Misiones. Un pedazo del cántaro le causó gran daño y ahora debe usar prótesis.

Con mucha ilusión, Kiara, una niña de 8 años, fue el viernes a la fiesta de San Juan que se celebró en el Colegio Parroquial Sek de Santa Rosa, Misiones.

Al minuto de llegar, le llamó la atención el bullicio de la gente alrededor de uno de los juegos.
Se trataba del kambuchi jejoka. Entre gritos y risas, alentaban a un joven que tenía los ojos vendados a acertar el cántaro con un palo. Un golpe certero cambió la vida de Kiara.

El kambuchi se rompió y los pedazos de cerámica se esparcieron. Uno de los trozos fue a parar justo dentro del ojo de la niña, que miraba de cerca el tradicional juego.

El joven ganó el reto, pero Kiara sufrió todas las consecuencias. Bañada en sangre fue llevada al hospital de la ciudad.

Los médicos indicaron a sus familiares que la lesión era muy grave y que debía ser atendida hacia la capital.

La trasladaron al Hospital de Clínicas, en San Lorenzo, donde ayer fue sometida a una cirugía. Lamentablemente, perdió el ojo derecho.

La tristeza invade a Héctor Hugo Morínigo, papá de la pequeña.

“La cirugía salió bien. Ella ya está consciente, hablando, pero el ojo no se pudo recuperar porque la punta del cántaro entró muy profundo y pasó para el otro lado, perforó el ojo y volvió a salir”, indicó.

La pequeña llegó al hospital con una gran pérdida del líquido del órgano. “Los médicos me explicaron que no había forma de meter la mano hasta el fondo para restaurar”, señaló el señor.

Debe usar prótesis
Héctor
manifestó que tenía esperanzas de llevar a su hija a la Argentina para ser operada, pero que la cavidad ocular ya fue vaciada.

“Vamos a seguir esta semana en el hospital, luego en un mes debe volver para que le pongan una prótesis muy parecida a su ojo”, expresó.

El papá se culpa por no haber estado con ella en ese momento. La nena fue a la fiesta de San Juan con sus tíos y primos.

“Sé que fue un accidente, pero justo a mi hija. Apenas llegó a la escuela y le pasó eso. No puedo imaginar a mi única nena sin un ojo”, lamentó.

Don Morínigo admitió que todavía no se animó a contarle la verdad a su hija. “Ella tiene el parche y todavía no sabe que ya no podrá ver. Es muy sensible mi hija, le voy a decir que de a poco irá recuperando la vista y ojalá con el tiempo vaya entendiendo y acostumbrando también”, expresó con tristeza el señor.

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