A 2000 kilómetros de Kabul, en Teherán, Zahra vive aterrorizada desde el jueves pasado. “El destino de las mujeres afganas y de las iraníes es el mismo”, asegura, y dice que su mayor miedo es por las nuevas generaciones que ya no observan la hijab. “Las mujeres fuimos agentes de cambio en Medio Oriente, por eso somos las primeras en pagar las consecuencias”.

En Teherán son las 4.30 de la mañana, pero hace cuatro días que Zahra apenas si duerme. Desde que los talibanes tomaron Kabul, casi no sale de su casa y vive pendiente de su teléfono y de las noticias. “Lo que les está pasando a las mujeres en Afganistán, nos va a pasar muy pronto a nosotras”, escribe aterrada por Whatsapp sin importar que sea la madrugada.

Necesita que el mundo escuche su mensaje cuanto antes: “Hablo porque quiero decirle a todas las mujeres del mundo lo que significa la amenaza del terrorismo talibán y anti-mujeres que hoy parece lejana”.

A los 37 años, Zahra era hasta el jueves último un ama de casa tradicional y respetuosa del islam, que criaba a su hijito de cuatro fanático del fútbol y se ocupaba de su casa y de su marido. Ahora dice que ya no es la misma y pide disculpas porque su inglés no es tan bueno, cuenta que se arregla con el Google translator y que en estos días está aprovechando para estudiar más; quiere que su voz sirva para algo, difundir el drama de las mujeres de la región.

Zahra no se llama Zahra, pero minutos después de nuestra charla, su marido, que no se llama Farid, toma el teléfono y pide que por favor no publique los nombres de su familia: “Me preocupan mi mujer y mi hijo. El gobierno iraní está diciéndole a la gente que no tiene derecho a odiar a los talibanes, lo que significa que no podemos hablar mal de ellos. Y la pena para las mujeres es la prisión. Es peligroso”.

El foco está puesto en Afganistán, pero a 2000 kilómetros de Kabul, dice Zahara, la situación para las iraníes no es tan distinta, o no por demasiado tiempo. “Lamentablemente, el dictador en mi país (el líder supremo Alí Jamenei) también tiene problemas con la libertad de las mujeres, y promueve activamente que seamos castigadas si no observamos la hijab”.

Lo que más la asusta ahora no es tanto cómo va a cambiar su vida, sino lo que puede pasar con las jóvenes que se criaron con Internet y una mirada más abierta sobre su lugar en la sociedad: “Yo crecí en esta cultura, estoy acostumbrada, pero las chicas de las nuevas generaciones no la aceptan. Y todo eso que me daba esperanzas en ellas, ahora me llena de miedo: los talibanes ven a las mujeres y a las niñas como esclavas sexuales, arrancan de sus familias a niñas de doce años y las violan. Las obligan a parir los hijos de esas violaciones y las matan. De eso son capaces, de ese terror”.

Y su miedo también es por el futuro. “Esas niñas que fueron criadas en la esperanza de la libertad, y ahora están llenas de terror, van a parir odio y deseo de venganza. No podemos saber hoy las consecuencias que tendrá esta espiral ni cuánto tardaremos en recuperarnos”, se lamenta.

La relación de Irán con Afganistán, con el que limita por el este, también se complica por la dinámica regional y su relación con Estados Unidos. Como país chiíta, Irán ha tenido largas diferencias ideológicas con los talibanes. En la década de 1990, intentó establecer alianzas, incluso con Estados Unidos, para contrarrestar la amenaza de los talibanes.

Sin embargo, dos décadas después, las relaciones de Estados Unidos con Irán están en su punto más bajo, lo que afecta a la postura de Irán sobre cómo tratar a los talibanes. Irán ha estado cubriendo sus apuestas, apoyando tanto al gobierno afgano como a los talibanes para mantenerlos divididos. Y la mejora de las relaciones con Qatar, donde se encuentra la oficina política de los talibanes, también ha ayudado a la relación de Irán con los talibanes.

Para Zahra la guerra contra las mujeres no es casual. “Somos las mujeres las que despertamos en los últimos años en Medio Oriente –sostiene, con la fuerza con la que miles se quitaron el velo en las calles desafiando todo tipo de represalias–. Pero para servirse de los recursos de la región, las potencias mundiales no midieron cuánto empoderaban a los talibanes. China reconoce a los talibanes. Y las potencias que usan recursos de países como Afganistán están apoyando de manera tácita lo que nos pasa a las mujeres y las niñas en la región aunque después digan que están a favor de la libertad. Hoy las primeras en pagar las consecuencias son esas mujeres que se habían convertido en elementos de transformación”.

Desde su casa, Zahra está atenta a las noticias y a las redes de mujeres que se van tejiendo en toda la región a través de las redes sociales. “Veo líderes afganas brillantes que fueron agentes del cambio y están viviendo una pesadilla. Esto no sólo debería conmovernos a las mujeres, sino a todos los seres humanos, ¿cómo no se nos va a romper el corazón con la brutalidad y el salvajismo que estamos viendo?”

Está convencida de que si los talibanes reclamaron el poder es porque tienen la ilusión de volver a atacar a Occidente y “propagar su falso islam, según el cual la mujer es un agente de transmisión del mal, lo contrario de lo que significa para el islam, donde representa la conciencia social. Esa conciencia es la que quieren atacar en nosotras”.

Y agrega: “Es un hecho: encendieron la llama… su plan es atacar en mundo en nombre del falso islam. Si esa revolución va a ocurrir, las primeras que tenemos que unirnos, somos las mujeres”.

“Estoy aterrorizada. Lloro todo el tiempo pensando en esas chiquitas que van a parar a los brazos de estos salvajes en vez de jugar con muñecas”, repite Zahra.

Y cuenta que hasta hace poco “tenía paz” y quería ver a su hijo crecer y convertirse en jugador de fútbol profesional, que es lo que dice que quiere ser cuando sea grande. Todo está en dudas por estas horas: “Si el fuego de la guerra llega a Irán, todos mis sueños de madre para mi hijo se van a destruir ¿Esperanzas para mí? No, ya no tengo. El destino de las mujeres afganas y de las iraníes es el mismo”.

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