El país atraviesa un momento en el cual, como nación hemos perdido el norte, no sabemos a dónde vamos, y no caminamos juntos hacia un objetivo común que nos haga sentir orgullosos de ser paraguayos, no existe un plan de gobierno que se cumpla a cabalidad, y la ciudadanía no sabe cómo expresar su indignación ante los hechos nefastos de las autoridades públicas de turno.
Ante las situaciones que se presentan de manera negativa en el manejo del país no sabemos de qué manera demostrar la reprobación y lo cansados que estamos de un sistema tan corrupto como el que se sostiene en el país, pues las marchas y protestas en los últimos casos perdieron credibilidad por haber sido promovidas nuevamente por ciertos sectores con intereses particulares ocultos.
Es así que se aplaude incluso hechos de violencia de parte de un personaje que salió a luz pública tras la serie de hechos vandálicos que realizó como defecar en una institución pública o agredir a un magistrado.- Lo último fue una actitud prepotente y ofensiva hacia un efectivo policial que se encontraba realizando su labor.
Muchas personas aplaudieron la situación que sólo demuestra el nivel de desequilibrio mental del ser humano.
Necesitamos, sí, rebeldes ante los hechos de corrupción en el país, pero no podemos aplaudir este tipo de situaciones pues de esta manera llegaríamos a un estado anárquico donde prima la ley del más fuerte. No podemos exigir justicia transgrediendo las leyes, no podemos exigir que se cumplan nuestros derechos sin respetar el derecho de los demás. Un rebelde debe ser coherente con sus objetivos.
Debemos entender que el principal problema está en nosotros, el cambio debe empezar en nuestros hogares, inculcando valores a nuestros hijos, siguiendo en nuestros lugares de trabajo, en nuestros grupos sociales, en el barrio y en la ciudad.
Es cierto, estamos cansados y nos convertimos en jueces, metemos en una misma bolsa a los funcionarios públicos diciendo “se merece que le caguen”, “se merece que lo humillen y lo ofendan”, sin embargo no nos ponemos a pensar que estamos actuando de la misma forma en la que actúa el tirano.
Pues aquellos que hoy están empeñando el país y creen que serán eternos no remedian el futuro que les espera a sus hijos y su descendencia, no se ponen a analizar el enorme daño que están ocasionando quizás hoy a desconocidos pero en el futuro a su propia familia.
Este gobierno pregonó la transparencia y su pecado no sólo fue sacar a luz los millones de casos de corrupción que se descubrieron gracias al acceso a la información pública, pues eso solo fue confirmar los secretos a voces que ya conocíamos. Lo malo en todo esto es que ahora que se comprueban los hechos de corrupción duele más la impunidad. No nos sirve de nada que gracias al gobierno de Horacio Cartes se haya descubierto la corrupción, si los responsables siguen tan campantes sin castigo alguno.
Es cierto, debemos reaccionar, pero utilizando las herramientas que nos proporciona la democracia, denunciando sin cansancio, y ejerciendo el derecho al voto a conciencia.