El 2 de marzo de 1980, Olimpia le ganó al Malmö de Suecia y extendió su corona al mundo, reconocido por la FIFA en 2017.
Las semanas previas al 18 de noviembre de 1979 –fecha del primer partido por la entonces Copa Intercontinental de clubes, en la ciudad de Malmö, Suecia, entre el local y el Olimpia de Paraguay– fueron de intensas negociaciones. Jugadores y dirigentes del club paraguayo discutían un tema no menor ni mucho menos: El premio en efectivo por la obtención del trofeo internacional que disputaban, desde 1960, los campeones de Europa y América. “No había acuerdo entre las partes”, rememora para ÚH Carlos Alberto Kiese, cuarenta años después.
Ese plantel, conocido hacía apenas cuatro meses, le había dado la primera Copa Libertadores a un club paraguayo y, por supuesto, pretendía hacerse valer. Sin embargo, la oferta del club no satisfacía a los futbolistas y Osvaldo Domínguez Dibb, fiero como un tigre, no daba el brazo a torcer en una época en que las competencias internacionales no se traducían en bonanza económica para los clubes.
Finalmente, en una de las muchas reuniones internas, el barbado y recio defensor central Roberto Paredes tomó la palabra y se dirigió a sus compañeros, expectantes y cansados de darle vueltas al asunto. El partido era casi inminente y, en el fondo, nadie quería perdérselo. “Nunca más vamos a tener la oportunidad de jugar este partido. Aceptemos y juguemos nomás. Vamos por la historia”, reconstruye Kiese.
El frío en Malmö. El nervio del mediocampo de aquel Olimpia considera que aquel momento en que Paredes se dirigió a sus compañeros fue decisivo para el grupo. “Nos despertó a todos y fue la clave de aquella hazaña”, recuerda. “Éramos un grupo increíble. Nos juntábamos para hablar de nuestras cosas durante cuatro, cinco, horas”. Además, la confianza que les había dado la obtención de la Libertadores había permitido que el grupo se fortaleciera.
Rogelio Delgado también tiene cosas que contar ante el paso del tiempo. Entonces tenía apenas 20 años, había aparecido sorpresivamente de titular en la final de la Libertadores contra Boca Juniors en la Bombonera y fue elegido para jugar, otra vez, una final internacional ante la ausencia del capitán Hugo Talavera. “Jugamos dos partidos totalmente diferentes. Uno a 12° bajo 0, en Suecia, y el otro a 42° grados de temperatura en Paraguay. Ellos fueron a aclimatarse en Nueva Guinea para jugar ante nosotros y pensaron que nos iban a golear de local. Había hielo en la cancha, tremendo fue para nosotros”, rememora. Kiese describe la sensación térmica extrema de unos futbolistas no acostumbrados a tales condiciones. “Hacía tanto frío y no teníamos la ropa adecuada. Salíamos picando en la cancha para afrontar el clima adverso”, cuenta.
A los 41 minutos, Evaristo Isasi puso el 0-1 con el que Olimpia volvería a Asunción. La revancha en el Defensores del Chaco se jugó dos meses y medio después del partido en Malmö. Y, como recordó Delgado, en un clima absolutamente contrario al europeo. Ahora serían los suecos quienes tenían que adaptarse al sol del verano paraguayo.
Olimpia comenzó ganando con gol de Alicio Solalinde a los 39 minutos. Malmö empató a los 46’. A pesar de que, inesperadamente, el título apeligraba, para Kiese no era nada así: “Acá no fue fácil tampoco, es cierto. Pero nosotros manejamos el partido. Era cuestión de tiempo. El gol de ellos no estaba dentro de nuestros cálculos, pero el nuestro era un grupo fuerte. Por resultados, por trabajo, éramos un grupo de jugadores muy seguros de nosotros. Estábamos convencidos que ganábamos. Así que el empate no nos asustó y seguimos jugando igual”.
Así fue que Miguel María Michelagnoli, quien había sustituido a Hugo Talavera, estaría llamado a meterse en la historia del Olimpia y del fútbol paraguayo. Veinte minutos antes del final, vio la pelota en el área y no dudó. Él lo recuerda así: “Fue una jugada desde la banda derecha, Solalinde hizo un centro que le sobró al back, la paré y la mandé adentro. Así de simple”.
Aquel era el “Olimpia de Luis Cubilla”. Tenía su sello. Uno que, según reconoce Kiese, ha durado décadas como identidad futbolística decana. “Había formado un equipo que no jugaba siempre para un 10, pero nunca jugaba para un 4”, afirma.
El festejo de aquel gol se prolonga en el tiempo, cuatro décadas, hasta nuestros días. Hace unas semanas, el club inauguró su nuevo sector de butacas con la denominación “Campeones del Mundo”. Estuvieron presentes algunos de los futbolistas que fueron parte de lo que ellos mismos llaman la hazaña de, primeramente, romper la hegemonía argentina, brasileña y uruguaya en la Copa Libertadores; y dar el primer y único título mundial a nivel de clubes para una institución deportiva paraguaya.