Para el ritmo caótico del diario de la vida moderna, nuestros fines de semana podrían parecer realmente lentos a comparación de nuestros antepasados: tenemos 48 horas de ocio que llenar; ellos sólo tenían la mitad.
Podemos planear nuestra diversión estratégicamente, reservando los sábados para el libertinaje y los domingos para recuperarnos, antes debían apretar todas las actividades en un solo día.
Y lo lograban. La estructura de la semana de trabajo como la conocemos cinco días de trabajo y dos de descanso se conformo poco a poco, moldeada por las costumbres religiosos, prácticas laboras e ideas culturales acerca del ocio. Aunque es una larga historia,el punto cumbre se dio durante la Revolución Industrial, los fines de semana de dos días tienen sus raíces en Inglaterra como una forma de lidiar con los empleados con resaca.
Siglo XIX sin fines de semana
En el siglo XIX, los británico comenzaron a utilizar el día de descanso para el placer en vez de la religión. Y por supuesto que ese gozo incluía consumir alcohol lo que derivaba en que el lunes los trabajadores llegaran tarde, con pereza y ojos rojos. O en algunos casos incluso no llegaban.
El problema se volvió tan común que dio inicio a una costumbre conocida como San Lunes: faltar al trabajo el lunes para recuperarse de las festividades del día anterior. En el siglo XIX, los dueños de las fábricas comenzaron a llegar a acuerdos con sus empleados, les darían medio día el sábado (un día de trabajo en ese momento) si prometían llegar a trabajar el lunes.
El acuerdo se popularizó también por motivos sociales. Como un artículo de Atlantic de 1991 explica, había muchos grupos a los que les convenía la muerte del San Lunes:
Los grupos religiosos se oponían a la tradición, ya que la relacionaban con el consumo de bebidas alcohólicas y el derroche que a sus ojos deshonraba el día de reposos. A ellos se unieron los reformadores sociales de clase media y los defensores de la recreación racional, quienes también tenían interés en cambiar el comportamiento del domingo.
A finales del siglo, muchas tiendas y fábricas habían comenzado a cerrar los sábados por la tarde, dejando el medio día para actividades sociales y demás quehaceres, permitiendo así que el domingo fuera exclusivamente para rezar y recreaciones que no incluían alcohol. El medio sábado y las jornadas de trabajo más cortas fueron imitadas por otros medios de trabajo.
Y en consecuencia, la norma paso de un día de descanso a un día y medio, lo que posteriormente se convirtió en dos días. Así que tomemos un momento para imaginar a esos guerreros del fin de semana que pelearon para que ahora podamos tener dos días de fin de semana, ¡gracias héroes del ocio!
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